Cuando empezamos a adentrarnos en el mundo de la cerámica no sabíamos muy bien hasta dónde sería posible llegar a concretar el sueño de vivir de este oficio. Empezamos viajando a Villa Gesell a tomar clases de alfarería, como muchos otros, fascinados por trabajar con el torno alfarero. Pero después decubrimos que no alcanzaba con tornear, así que seguimos viajando para tomar clases en General Madariaga donde un hombre maravilloso nos compartió todo lo que sabía para ayudarnos. Nos empezó enseñando moldería y nosotros pusimos nuestra cuota de esfuerzo obviamente, no sólo en viajar, sino en conseguir materiales y probar de hacer moldes en casa para ir a la siguiente clase con 5 moldes nuevos a ver qué nos decía el profe Daniel. Por supuesto, teníamos muchos errores pero él nos enseñaba y razonábamos cómo seguir mejorando. Cuando terminamos nos quedó una hermosa amistad y Daniel nos guió en las primeras horneadas y esmaltadas. Tenemos que reconocer también que entre medio molestábamos al profe de alfarería Diego, es que no es fácil, a veces te encontrás con mil dudas y no sabés si probar o si vas a arruinar todo. Con el tiempo aprendimos que como Diego nos decía hay que probar para aprender, ese es el camino a prueba y error. Cuando lo entendimos, empezamos a probar y a descubrir mucho más de este mundo nuevo para nosotros.
Y para no aburrirnos, seguimos viajando para poder aprender otras técnicas. Anduvimos por algunas Bienales de cerámica y también por una casa taller en el Tigre. Y así seguimos formándonos mientras empezamos a vender y a desarrollar nuestro emprendimiento cada día un poco más. Empezamos vendiendo en la playa y en las ferias, pero después descubrimos las ventas online y la venta por mayor. Seguramente seguiremos creando y descubriendo modos de trabajar y de vender, siempre agradecidos de cada uno que nos ha comprado nuestras piezas.
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