El origen de este post tiene un poco que ver con por qué uno se apasiona con esta actividad y lo que se puede sentir. Estaba pensando que, como todas las personas, hay días que tengo mis problemas, estoy preocupada y pensando en cuestiones que me quitan la energía. Hasta que de repente se hace la hora de ir al taller, y ahí ocurre que al trabajar la arcilla pareciera que ésta tiene un poder transformador sobre uno. Me refiero a que el uso de las manos y el trabajo con el barro no sé por qué motivo nos lleva a olvidarnos de todo. Tiene ese efecto de aislarnos de los problemas, de dejarnos encontrar con nosotros mismos.
He escuchado alguna vez que las terminaciones nerviosas en las puntas de nuestros dedos son responsables de ese efecto al ser estimuladas, lo cual podría ser cierto o quizás así se siente. Empiezo a amasar la arcilla y me calmo, mi mente queda en blanco, me relajo y puedo empezar a crear.
Y así, trabajando y disfrutando, uno se va apasionando por la cerámica. Cada pieza son horas de dedicación, de mirar detalles y verlas irse a veces cuesta.
Trabajar en cerámica para mi es como volver a los oficios, los cuales se han desvalorizado bastante en la sociedad actual. Pero, los oficios han sido el sustento de tantas generaciones entre las cuales han estado nuestros abuelos. Volver a ser capaces de crear un objeto utilitario.
La cerámica es recuperar las raíces en elementos a veces olvidados como la tierra y el fuego que nos da la madretierra. Ese barro que es un material tan común en la naturaleza y ese fuego con poder transformador son la base de nuestra actividad. Pero, todo llevará un proceso para aprender y desarrollar cada pieza. Ojalá toda persona pudiera reencontrarse alguna vez de esta manera con los orígenes. Ojalá cada uno pueda desarrollar su proyecto con el amor que lo hacemos nosotros. Ojalá todos puedan encontrar su pasión en este paso por la tierra.
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